¿Nueva alternancia, fin del ciclo progresista o contra reforma?

Varios países de América Latina han tenido o tendrán -en este 2018- elecciones nacionales y en varios casos se están constatando -o podrían constatarse en estos próximos meses- cambios relevantes que, en general, están incentivando un debate de gran relevancia en la región: ¿estamos ante el “fin del ciclo progresista” o ante “nuevos recambios” de los muchos que se han procesado recientemente. Y junto con ello, se están desplegando procesos sumamente complejos, que afectan centralmente la democracia, incluyendo la destitución del Presidente peruano y el juicio a Lula en Brasil, entre los más destacados. Al clásico contrapunto de lo que va de este siglo, entre enfoques progresistas y enfoques neoliberales, parecen sumarse ahora otros enfoques no menos relevantes que entran también a competir en el escenario político y electoral, incluyendo destacadamente al neoconservadurismo.

Esto, por cierto, es lo que está imponiéndose en el mundo entero. Si tenemos en cuenta la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, le sumamos el auge de movimientos y gobiernos conservadores en Europa (que imponen sin vueltas el “austericidio”) y le agregamos los movimientos mundiales (que están teniendo un auge muy fuerte en América Latina) que atacan virulentamente la “perspectiva de género” (calificando a las feministas como “feminazis” y a estas corrientes y manifestaciones como “ideología de género”) procurando cerrar el paso (o imponer regresiones donde se avanzó antes) a la denominada “nueva agenda de derechos” (matrimonio igualitario, legalización del aborto, legalización de ciertas drogas, etc.) el “saldo” no puede ser otro que el retorno del conservadurismo a todos los niveles, muy apoyado -por cierto- por iglesias evangélicas ultraconservadoras que, cada vez más, protagonizan la agenda pública en varios países de la región (Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay y Perú, entre otros).

El contrapunto entre neo-liberalismo y neo-desarrollismo (o progresismo) característico de las etapas previas, tenía sus particularidades muy marcadas y aunque no es este el lugar para extenderse al respecto, es evidente que -en un plano general- el neo-liberalismo se sustentó en una decidida apuesta por el mercado, mientras que el neo-desarrollismo se apoyó más decididamente en el Estado. En paralelo, en el primer caso se cree (todavía) en la teoría del “goteo” (ahora complementado y/o adornado con el slogan del “sacrificio compartido”), apostando a una gran concentración de los ingresos en los sectores más ricos, para generar las inversiones necesarias para el desarrollo, mientras que en el segundo se asume una apuesta centralmente ubicada en el combate a las desigualdades sociales, como base para la construcción de sociedades más prósperas y equitativas. Asimismo, mientras en el neo-liberalismo se visibiliza a la población como “consumidores” más que como “ciudadanos”, desde el neo-desarrollismo se apuesta fuertemente al desarrollo de la ciudadanía, como base para la consolidación de una democracia más efectiva y participativa. Por último, mientras que en el neo-liberalismo se asume el enfoque de “vigilar y castigar” a quienes se oponen, en el neo-desarrollismo se asume la pertinencia de prevenir violencias y “empoderar” a la ciudadanía para su participación activa en el desarrollo de verdaderas “culturas de paz”.

Pero el contrapunto entre neo-desarrollismo y neo-conservadurismo tiene otras características. Así, mientras en el primer caso hay una fuerte apuesta a la promoción de la “igualdad de posiciones”, en el neo-conservadurismo se vuelve a insistir -apenas- en la simple promoción de la “igualdad de oportunidades”. En el mismo sentido, mientras en el neo-desarrollismo se hace un fuerte énfasis en la “nueva agenda de derechos”, en el neo-conservadurismo se promueve una activa defensa de “valores tradicionales” (familia, propiedad, etc.). Igualmente, mientras el neo-desarrollismo apuesta al fortalecimiento de los “movimiento sociales” (sindicatos, campesinos, de mujeres, etc.) el neo-conservadurismo apuesta al fortalecimiento de las instituciones más tradicionales (iglesia, familia, etc.). Adicionalmente, mientras en el primer caso se defiende la “libertad de prensa” en el segundo se defiende la “libertad de empresa”, y por último, mientras en el primer caso se apuesta a la consolidación de “democracias plenas”, en el segundo se opera bajo la lógica de la promoción y la consolidación de las “democracias restringidas”.

Obviamente, la aplicación concreta de estos “modelos” es muy diversa entre los diferentes países de la región y aún al interior de cada uno de ellos, incluyendo casos donde dominan neo-desarrollismos populistas (como Bolivia y Venezuela), neo-conservadurismos democráticos (como Brasil y México), modelos social-demócratas progresistas (como Ecuador, Chile y Uruguay) y neo-liberalismos renovados (como Argentina, Colombia y Perú) por mencionar sólo algunos ejemplos concretos. Lo importante, en todo caso, es que estos enfoques coexisten en todos nuestros países, por lo que lo que finalmente importa es la “correlación de fuerzas” correspondiente en cada caso.

En paralelo, otro tanto puede decirse en el plano internacional, donde los contrastes también son bastante marcados. Así, en el plano mundial podrían mencionarse varios procesos de cambio de gran relevancia en pleno desarrollo, entre los que se destacan el pasaje de la globalización al nacionalismo y de la liberalización al proteccionismo (la denominada “desglobalización”) de la mano de Trump,  y la conversión generalizada de la social-democracia al neo-liberalismo, junto con la transformación también generalizada de viejos partidos comunistas a la social-democracia. En América Latina, por su parte y en la misma línea, se destacan el pasaje del énfasis en la integración al mundo al énfasis en la integración regional y nuevamente a la primera, el progresivo cambio de una dependencia (Estados Unidos) a otra (China) o su coexistencia, según los países,  el pasaje del énfasis en la industrialización a la nueva re-primarización de nuestras economías, el contrapunto entre institucionalidades diferentes en el campo de la integración (Mercosur versus Alianza del Pacífico, CELAC versus OEA, etc.) y el contrapunto entre el neo-desarrollismo y el neo-conservadurismo, que deja paulatinamente mal parado al clásico neo-liberalismo.

La complejidad de todos estos procesos es indiscutible, pero todo parece indicar que a lo que estamos asistiendo es al auge de una verdadera “contra reforma”, impulsada por los grupos más ultraconservadores, que está desmontando mucho de lo construido durante el auge de los gobiernos progresistas, pero al mismo tiempo, en todos los casos se están viendo procesos de resistencia y conflictos muy marcados, que indican que estamos ante procesos con “final abierto”, que no permiten afirmar que se acabó el ciclo progresista ni que estamos ante alternancias más o menos normales. El tiempo dirá, finalmente, que fuerzas priman a futuro en cada caso.

Ernesto Rodriguez en Opiniones y Puntos de Vista