En paralelo al Mundial de Rusia 2018

Por esas vueltas de la vida, este año pude tomarme unas vacaciones en familia, esquivando el invierno en el sur rioplatense y disfrutando del verano en Europa. Esta vez, visitando varias ciudades de la Europa Central (Berlín, Praga, Viena, Budapest) y hasta dando un saltito a Copenhague (con otro adicional a Malmö, en el sur de Suecia, pero pegado a Copenhague). Todo esto, en medio del mundial de fútbol tuvo, lógicamente, sus condimentos muy particulares.

Por un lado, las ciudades visitadas (todas, a excepción de Berlín, por primera vez) me permitieron conocer un poco más el enorme y variado “mosaico” de culturas, pueblos y naciones que habitan el continente europeo, y al mismo tiempo, tratar de saber un poco más de historia, política y sociedad de países que han cambiado mucho en las últimas décadas, y de los que no siempre se puede uno mantener al día, como quisiera. Y por otro lado, el tratar de seguir los acontecimientos cotidianos en América Latina desde Europa, le dieron también otra perspectiva a mis rutinas de trabajo de siempre. Sin duda, fue un mes largo (de mediados de junio a mediados de julio) en el que -literalmente- pasó de todo, muchas veces sin dejar el tiempo necesario para procesar la información más elemental y tratar de entender e interpretar de la mejor manera posible los acontecimientos que se van acumulando diariamente.

En Europa, volver sobre la historia de algunos de los imperios más relevantes (el románico-germánico, el austro-húngaro, entre otros) desde sus respectivas capitales (Praga, Viena) y al mismo tiempo volver sobre acontecimientos de gran relevancia del pasado más reciente (la pos-guerra, la guerra fría, etc.) me hicieron volver sobre procesos que estudié bastante en los años ochenta. Sin duda, no es lo mismo revisar la invasión soviética a Hungría en 1956 desde la literatura disponible, que hacerlo desde el Museo instalado en plena Plaza Kossuth, junto al majestuoso Parlamento húngaro, y tampoco es lo mismo volver al Muro de Berlín (lo había visto de pie en 1978) recorriendo las calles de esta irreconocible ciudad cuarenta años después, unificada pero todavía con contrastes importantes, que mirarlo apenas en videos de ayer y de hoy. Y poder tener al menos algunas postales de los “estados de bienestar” nórdicos, también ayuda a entender las particularidades de esta zona ubicada a la cabeza del desarrollo humano mundial.

Fueron de gran apoyo, por cierto, los “free tours” en español que tuve la oportunidad de hacer en casi todos los casos (una modalidad “nueva”, totalmente diferente a los tours más clásicamente turísticos, aburridos por definición) conversando con guías españoles y locales que mostraron en (casi) todos los casos, un gran dominio de la historia, la cultura y las particularidades de las ciudades que nos mostraron con gran elocuencia y simpatía. Y tener la oportunidad de disfrutar del Festival Internacional de Jazz 2018 en Copenhague, o de conocer la Casa Hundetwasser-Kramina en Viena (en la que se vive “como en una obra de arte”) como dice el dicho, “no tiene precio”.

Disfruté mucho (además) viendo con mi hija -muy futbolera, por cierto- los partidos de Uruguay, sobre todo el que le ganamos a Portugal, y quedé más que satisfecho con el quinto puesto que obtuvimos en el mundial, quedando como la selección mejor clasificada de América Latina, especialmente por el excelente desempeño (anímico y futbolístico) de mi selección, un gran equipo liderado brillantemente por el Maestro Tabárez, con las figuras descollantes ya conocidas y varios más “nuevos” que se la jugaron con todo y muy bien.

En paralelo, me tocó seguir de lejos, pero a la vez muy de cerca, los resultados electorales (y sus consecuencias políticas totalmente diferentes, por cierto) en Colombia y México, y también me tocó sentir un gran dolor propio por la terrible represión desatada por el dinástico y autoritario gobierno en Nicaragua, junto con un gran orgullo por los jóvenes nicas que están protagonizando la rebelión, ofrendando sus vidas (incluso) para expulsar al gobierno y tratar de construir una verdadera democracia. También pude seguir de lejos, pero a la vez muy cerca, las idas y venidas de la injusta prisión de Lula en Brasil, los horripilantes procesos de corrupción de la justicia en Perú, el creciente endeudamiento externo (junto con la creciente pobreza y exclusión social) en Argentina, en manos -nuevamente- del FMI y el patético proceso de niños y niñas migrantes (básicamente centroamericanos) separados de sus padres y madres, por la oprobiosa política anti-inmigrante de Estados Unidos, de la mano del Presidente Trump.

También me tocó seguir (incluso desde algunas semanas antes, con una visita relámpago a París, para participar del Congreso Mundial sobre Justicia Juvenil en la sede de la UNESCO) las diferentes “celebraciones” realizadas en torno a dos acontecimientos de gran relevancia mundial: el 200º aniversario del nacimiento de Karl Marx y el 50º aniversario del “mayo 68. En relación a ellos, pude participar de varias mesas redondas, seguir varios debates televisivos, revisar varias compilaciones y libros especialmente editados para esta ocasión, fotografiarme frente a la estatua de Marx y Engels en Berlín y desde luego conversar con varios especialistas y hasta participantes de aquel mayo (en París, lógico, pero también en México, Praga, Buenos Aires y Montevideo).

Podría decirse cualquier cosa de este último mes, menos que no ha sido “agitado” y “fecundo” en diversos acontecimientos y en celebraciones de otros tantos, de gran relevancia en ambos casos. No es este el espacio para hacer un análisis particular de cada una de sus facetas (ni mucho menos) pero lo cierto es que duele imaginarse Colombia nuevamente en manos de la peor derecha, al tiempo que genera escepticismo el conflicto en Nicaragua y a su vez grandes esperanzas el cambio de régimen que se avecina en México, por citar sólo tres procesos relevantes destacados de estas últimas semanas.

Los nuevos “equilibrios” en la región nos muestran cambios relevantes que habrá que incorporar en nuestros análisis: varios países que vuelven a estar gobernados por la derecha (Chile, Colombia) que se “alinearán” más con otros que ya han recorrido ese camino antes (Argentina, Brasil, Guatemala, Honduras, Paraguay), mientras en paralelo otros “giran a la izquierda” (como México) o evitan el giro a la derecha (como Costa Rica), mientras en paralelo algunos otros gobiernos de izquierda enfrentan severas derrotas electorales (como en El Salvador) y otros en cambio (como Bolivia y Uruguay) siguen mostrando buenos resultados y generan esperanza de continuidad.

Si a todo esto le sumamos las crisis que atraviesan las instancias de integración regional en América Latina, el panorama no es nada alentador, pero en cualquier caso habrá que seguir empujando las transformaciones que requieren nuestros países, tratando de construir sociedades más igualitarias, más democráticas y más participativas, apostando centralmente al protagonismo ciudadano a todos los niveles. A todo esto me reintegro, con energías renovadas, luego de estas vacaciones tan particulares y productivas.

Ernesto Rodriguez en Notas de Viaje